quinta-feira, 26 de maio de 2011

O que “os políticos” não estão a perceber



“A política profissionaliza-se, mumifica-se nos partidos, blinda-se em sistemas eleitorais rígidos e com listas fechadas, especializa-se em tornar impossível a sua substituição (…), protege os seus com zelo de lobby, torna-se ideologia do vale tudo para ganhar eleições, transforma-se em jogo de estratégias entre «fanáticos» subvencionados (…)”. Artigo de José Ingacio Calleja, perito em Moral Social Cristã, publicado no Religión Digital (aqui). Em Espanha como em Portugal.
Hace tiempo que veo a la política profesional sobrepasada por las consecuencias del naufragio económico. Estoy convencido de que todos ellos saben perfectamente de la distancia sideral entre lo que quisieran hacer y pueden hacer. Siempre ha sido así en la política, pero quizá nunca con esta distancia tan extrema. Deseo pensar bien y conceder este buen propósito a derechas e izquierdas. (¡Porque haberlas, haylas!). 
Sé que el proyecto global de sociedad de unos y otros varía mucho, y mucho también su visión de qué significa eficiencia en relación a las demandas sociales. El mismo concepto de eficiencia cuando lo referimos a economía, y a la vez, a justicia social, levanta un mundo de diferencias políticas enorme. Insisto, claro que sigue habiendo izquierdas y derechas.Norberto Bobbio me sirve de maestro para mantenerlo y mi sentido común lo corrobora. Y claro que no "todos los políticos, ni todas las políticas" son iguales. Sobre esto no tengo dudas.Pero la cuestión no es esa, la cuestión es que la soberanía de los mercados financieros, y de los otros mercados, está resolviendo la crisis que ellos mismos provocaron, como nadie, enteramente a su favor y con sus reglas de juego antidemocráticas. Y aquí la política profesional, que lo sabe perfectamente, cuando no participa de buen grado como administrador (in)fiel, lo hace en silencio, y a la trágala. Pero siempre en una posición cómplice o sometida. Y esta es la cuestión que plantea mucha gente a la política, ¿por qué? 
Quienes se dedican a la política dicen que eso no es así. Que mucha gente es injusta cuando los valora con tópicos y generalizaciones. Pienso que no nos va la vida en reconocer lo que esta queja tiene de verdad, pero la cuestión sigue intacta. ¿Por qué la política profesional toma una actitud entre la complicidad y el sometimiento ante el gobierno de los mercaderes? 
Para mí las respuesta tiene muchas aristas y claves, y van desde la ideología de la inevitabilidad interesada ("las cosas son como son y no pueden ser de otro modo muy distinto"), a la ideología del "cortoplazo" electoral que da y quita todo cada cuatro años o menos. Pero más profundamente, toda la política profesional, a mi juicio, padece el síndrome de un grupo-casta, especializado en una tarea social necesaria, "gobernar", que acepta que sólo sea "gestionar en nombre de otros más poderosos", a cambio de que les respeten el control de su juguete y su estatus social. 
Así, la política, se profesionaliza, se acartona en los partidos, se blinda en sistemas electorales rígidos y con listas cerradas, se especializa hasta hacer imposible su sustitución, se hace profesión de por vida, se hereda en las familias, se enreda en el boato a la mínima y protege con celo de lobby a los suyos, se hace ideología del todo vale para ganar elecciones, se transforma en juego de estrategias entre "fanáticos" subvencionados y hasta aparenta recrearse en una modo de vida virtual. 
Al llegar una crisis social y económica de la magnitud de la presente, se dan todos los ingredientes para que la política profesional sea la primera en pagar los platos rotos: está en primera línea, presume de tener poder, sigue con sus consumos hasta que le estalla el presupuesto, pacta con los grupos de la administración que le acompañan mientras es posible, se empeñan en sus juegos electorales hasta la víspera del hundimiento del Titanic, y defienden sin pudor alguno hasta la última ventaja económica que les "corresponda". (¿Tengo que dar nombres?). 
Sin duda, los retos de la democracia para someter los mercados a la soberanía social y hacerse democracia real, ¡democracia, sin más!, son otros y mayores que estos recién dichos. Y tienen que ver, sobre todo, con el hecho de que, si no hay unas condiciones mínimas de vida digna para todos, ¡siquiera unas oportunidades dignas de vida!, la democracia y el sistema social están en el aire, y las reglas del libre mercado, cuestionables con todo derecho. Se trata del irrenunciable derecho de resistencia a los abusos de un poder incontrolado.Ahora bien, en el día a día, la clase política profesional tiene el primer problema democrático en demostrar que está ahí al servicio de la gente y atendiendo a sus prioridades; y para eso, al menos, que llegado un momento difícil, es la primera que se abre a la reforma democrática y la primera que cuestiona sus "derechos económicos adquiridos". 
Yo creo que esto de la política profesional, en sociedades laicas, tiene una exigencia de ejemplaridad con visos casi religiosos. Ya ven, a lo más laico de las sociedades modernas, la política, cuando llegan las crisis, los ciudadanos le piden "santidad". Seguramente, no ha de ser tanto, ni siquiera, heroicidad, pero sí, honestidad, claridad democrática y mucha austeridad. Y esto trasciende los votos que se logran. Es otra cosa, y la gente lo reclama. No sé si a muchos políticos profesionales les interesará la política en estas condiciones, pero en la crisis, ¡siquiera en la crisis!, la gente lo reclama. En su defecto, esa política profesional no es la solución para la democracia, sino parte fundamental del problema. Sin adjetivos para la democracia. La única.

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